Las calles del Casco Antiguo se llenaron anoche con el sordo redoble del tambor y el tintineo de las cadenas de los penitentes, mientras las hogueras dieron luz al Cristo de la Vida y a Nuestra Señora de la Esperanza.
Procesión Penitencial del Santísimo Cristo de la Vida
Una celebración penitencial fue la antesala a la procesión, que como cada año, partió desde la Iglesia Mayor de Santiago con el sólo de trompeta de ‘Saeta’, de Julián Santos, a la salida del Cristo de la Vida y Nuestra Señora de la Esperanza.
Los penitentes acompañaron al Cristo de la Vida y Nuestra Señora de la Esperanza
Centenares de penitentes acompañaron a los dos pasos por las calles del Casco Antiguo, bajo la atenta mirada de miles de fieles que se agolparon en los alrededores de la iglesia, en la Plaza de Arriba o en la calle Cabecico, entre otros sitios, donde la devoción de los anderos debe imponerse al dolor y al cansancio.
Penitencia, devoción y respeto se unen
Como su propio nombre indica, el silencio fue la nota predominante en este procesión, tan solo roto por los redobles de los tambores sordos, el ruido de las cadenas y las piezas que la Coral Canticorum cantó a lo largo del recorrido.
Se trata de una de las procesiones más emotivas de toda la Semana Santa en la que se unen, penitencia, devoción y respeto.
La procesión penitencial regresaba unas horas después a la Iglesia Mayor de Santiago para concluir con la última de las estaciones.