Pertenecer, ser leal y constante a una causa, termina siendo una ardua tarea, en el largo viaje que supone mantener vivas las tradiciones culturales con las que hemos crecido.

Vosotros, los Arenas, siempre habéis sido fieles a esta pequeña familia Samaritana, continuadores de una gran tradición familiar en la que muchos de los aquí presentes hemos crecido.

Es importante ser, aunque creo que lo complicado es estar, y vosotros, vuestra familia siempre habéis estado. Todavía recuerdo, cuando a vuestro padre, próximas las fechas semanasanteras, se acercaba al despacho y me decía: Nena, lo tenéis todo listo, necesitáis algo, contad con nosotros. O del estupendo día que de la peregrinación a Santa Ana para participar como Hermandad en el Jubileo del Amarrado, para lo cual me apareció con dos conejos por el despacho.

No me olvido de Juana, mujer Samaritana, mujeres que siempre aportan, que nos introducen en las costumbres, en el empuje, en el alma viva de lo que significa pertenecer a una Hermandad, sin ellas, sin sus manos haciendo y deshaciendo, sin su calma ante los ruidosos días de Semana Santa, no sería posible que Jumilla se vistiera de gala durante estos días.

Me vais a permitir, que evoque mis recuerdos en los hermanos mayores, cuya representación en esta ocasión recae, por lo menos en mi recuerdo en Tomasa e Isabel, nunca un No, nunca una mala cara, siempre una sonrisa por bandera, un razonamiento ante la duda, que yo escuchaba, mientras pensaba, quiero ser como ellas, para mi fuisteis agua viva samaritana, transmitiendo a los más pequeños lo que significa ser verdaderos samaritanos.

Nosotras las del plano intermedio y donde incluyo a mi querida Antonia, absorbimos esa solidez de valores, solidez madura que nos ha enseñado a respetar, tanto es así, que hemos compartido vida y semana santa, con hermanos del Cristo de la Salud y del Rollo, respectivamente, y ahí seguimos, Mujeres Samaritanas, que vamos transmitiendo por donde vamos el orgullo de serlo y así ha llegado a los pequeños Antonio, Juana Mari, que os voy a decir, no olvides de donde venís, mantener siempre vivas nuestras tradiciones, que La Samaritana inunde de agua viva vuestro corazón y que nuestro Cristo Humillado mantenga siempre viva la ilusión que supone pertenecer a nuestra pequeña familia Samaritana.

Querida familia, enhorabuena, por esta distinción a toda una vida de Amores Samaritanos.